domingo, 27 de noviembre de 2011

Luces de neón

Luces de neón, escenario circense de payasos sin caretas bailando una melodía desafinada, el llanto de una caja de música subida en una de sus bicicletas. Adornaban así el cielo, cielo gris de la tos de los gigantes, de su aliento a tabaco con sus aros de cebolla y estornudos de pólvora después de un cañonazo. Goteras en los tejados del que resbalan los gatos como gotas negras de petróleo, deslizándose hasta las alcantarillas en busca de golosinas, verdes y con moscas son los manjares que destilan ese aroma característico del caldero de las brujas.

Nunca supo determinar si las 4 de la madrugada era demasiado tarde o demasiado temprano.

Cucarachas se movían al compás de sus zapatos y ella cantaba algo, triste y extraño, era la melodía de una vieja caja de música que un payaso se llevó en su bicicleta. Era la hora del té.

Es por todos conocido que a la hora del té todo se detiene, como debe ser. La cortesía y los lunares, las pelucas y la buena educación, hacen gala con su presencia y hasta el tirano más tirano, sí, ese que no conoce la palabra felicidad, hasta ese deja de lado el sarcasmo mientras echa con elegancia un terrón en su tacita.

Y, con paso raudo y bailarín, ella se dirige al punto de encuentro, a cinco minutos de las 4, para no llegar tarde a la mesita redonda de tacitas de porcelana, con su tetera de flores y las cucharillas de plata.

Algo distinto a las pociones de bruja alienta su olfato, raspaduras de chocolate blanco, virutas de clavo, hiervas aromáticas, ya ha llegado. Una serpentina de colores sale curiosa de una tetera, se la lleva a la boca, y por fin la luna con forma de cuna se asoma.

Sus ojos no dejan de reírse y ella coge un pincel para pintarse las mejillas, ya de paso pinta el cielo, porque no le gusta ese color tan feo, mejor sería azul oscuro y después pintar muchos, muchos luceros.

Pero si a esa hora nadie toma el té es que todo esto es un sueño, sus mejillas ya pintadas se destiñen por momentos, y sus ojos, que reían, son ahora un gran misterio. El olor a té se esfuma como espuma de cerveza, baja y deja solo un triste amarillo tierra. Una foto en blanco y negro sin colores ni concierto.

Alguien se ha robado la caja de los colores y la música, que triste y desafinada, cuenta cuentos en una bicicleta.


Escrita por la genial Eli.

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